lunes, 11 de febrero de 2013
Instantes
Hay
momentos en los que no desearía más que poder detener la arena que cae dentro
del reloj marcando inminentemente el paso del tiempo, el fin de un instante
perfecto y el inicio de uno ordinario, me gustaría detener ese reloj que ha
robado la forma de mi cintura y la ha hecho suya engañando a todos menos al
tiempo. Me gustaría poder conservar instantes. Porque he descubierto que estos
no siempre tienen que ser efímeros, podemos volverlos eternos o inmortales. Aunque
para tan ardua labor se necesita un corazón fuerte y una mente astuta: la mente
los atrapara y el corazón los encarcelara. Muy probablemente, debido a que los
instantes no están hechos para conservarse en jaulas, pronto empezara a perder
color y eventualmente lo tendrás que soltar si no quieres que muera. Pero hay
instantes, que no necesitas encarcelar. Instantes que se quedaran contigo toda
la vida como tatuajes o quizá como globos atados a la muñeca de un niño
pequeño. instantes tan maravillosos que se ven como nítidas fotos y otras
tantos que son gigantes que se ocultan en cosas pequeñas como una mirada gris,
una plumilla azul o una nota arrugada. Por otro lado, también hay instantes que
no son dóciles, que se escapan y cuelan entre tus dedos como agua y se van
lejos de tu alcance para reírse de ti mientras te ven perseguirlos. También están
los que son privados no porque los quieras conservar solo para ti, sino que no
habría forma alguna de compartirlo con alguien que no estuvo en el momento
indicado por la simple razón de que no hay palabras suficientes para
describirlos. Instantes tan bellos como una luna llena en Ámsterdam o en mi
jardín. Una luna llena contigo.
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