lunes, 21 de enero de 2013

Atemporal

Hay una buena razón para que las manecillas de un reloj nunca puedan ir hacia atrás. Principalmente es porque debemos comprender que el pasado nunca podrá llegar a ser más que eso y que allí se debe quedar. El problema empieza cuando el presente se comienza a pintarse de pasado, cuando crees poder recuperar cosas que ya te habías resignado a perder. Cosas que en un momento fueron demasiado importantes: a veces puede ser familia, pero lo más común es que sean amigos o amores. Tu mente se empieza a complicar y se convierte en un reloj de arena. Uno con el que crees poder controlar el tiempo con tan sólo voltearlo, pero no; un reloj de arena seguirá contando el tiempo hacia adelante por muchas vueltas que le des. El pasado no puede volver. Puede que algo de tu futuro se pinte de pasado pero aún así seguirá siendo futuro, nunca pasado. Pero entonces llegaste y rompiste el reloj que tanto me desquiciaba justo antes de que la arena me cubriera por competo. Lo rompiste y retaste al tiempo, al espacio y al destino para estar conmigo un segundo. Pero eso fue todo: un segundo en el que fui infinitamente feliz y luego te fuiste. Te alejaste y el tiempo siguió su curso, siguió yendo hacia adelante mientas tú te quedabas congelado en un instante eterno en el pasado. Allá a donde no puedo regresar jamás, porque fue demasiado hermoso para perdurar. Vivo a base de recuerdos porque en ellos el tiempo es atemporal. Y es que a ti, te amo atemporalmente.

miércoles, 16 de enero de 2013

Caballero plateado

¿He amado? Si. ¿Me han roto el corazón? También. ¿He sentido esto por alguien más? No.
Una ironía que suele ser recurrente en mi vida es que veo lo que tengo enfrente cuando está en proceso de partir. Os juro que no miento al afirmar que nunca había sentido esto por nadie más. Nunca había podido hablar a altas horas de la noche como lo hago con vos, no solo por nuestro peculiar horario de charla, sino también por la forma de hablar, por el hecho de que sigues mi curioso vocabulario y más que nada, por el contenido. Yo sé que no a cualquiera se le puede contar lo que me habéis dicho en esas charlas y de verdad me alegra mucho que, aunque sea tarde, os pude conocer porque es más difícil de lo que vos creéis, en esta época, conocer a otro verdadero poeta. También he de confesar que vos me habéis atribuido un titulo que nadie nunca antes había usado al dirigirse a mí y que dudo alguien vuelva a usar y me halaga en demasía que vos me veáis con esos ojos, sabes que el sentimiento es mutuo. Me alegra que hayamos podido compartir ideas, sentimientos, romanticismo, gustos, recuerdos, penas, lagrimas y que aun me debas ese café salpicado de tinta, así al menos estaré segura de que volverás.
No recuerdo si ya os dije esto pero así como vos tenéis vuestros cuatro pilares, yo tengo mis piezas clave en mi tablero de ajedrez, y vos sos una de ellas. Os prometo intentaré no llorar vuestra partida, pero no prometo nada, aunque he de decir que no me aflige tanto como debería porque sé que vos estarás en el lugar donde debes estar y que serás feliz allí. Y eso es más que consuelo suficiente para mi alma. Solo una cosa más debo pediros: si alguna vez algo os aflige, os preocupa, os quita el sueño o arranca amargas lágrimas de vuestros dulces ojos, prométeme no dudaras en acudir a mí si yo puedo hacer algo por vos. Y aunque se que te vas sin irte, prométemelo porfavor.
Finalmente he de decir que a diferencia de lo que se pudiera pensar al leer esto sin saber la historia detrás, esta no es una carta común y corriente a alguien que ha robado mi corazón. No al menos de la manera convencional. No, esto es más complicado: no vale la pena negar que yo estoy enamorada, pero no de una persona. Es altamente probable que sea el caso en el que me haya enamorado de una amistad. Pero de lo que estoy segura es que estoy enamorada de tus letras y melodías.
V*