jueves, 2 de mayo de 2013

Descalza

Descalza me siento libre. Libre de bailar al ritmo de un dulce vals o de una balada en francés. Me siento libre de saltar en la lluvia sin miedo a empapar mis zapatos favoritos. Me siento libre de andar por los tejados cual nocturno felino. Descalza me siento libre de imaginar. Soñar con ser golondrina, que no necesita más que sus alas para volar lejos de todo, a toda velocidad, aunque siempre cerca del piso. Quizá incluso me dé la libertad de soñar que soy sirena, de esas que se la pasan huyendo de los insensatos marineros que no comprenden que nunca serán sus dueños. También me gusta pensar que soy una de esas finas bailarinas de porcelana que dan vueltas dentro de una caja de música. Y si es de noche, me gusta imaginarme que soy esa luciérnaga que se posa en el alfeizar de tu ventana para observarte mientas tú eres ignorante de mi presencia. Por eso me gusta estar descalza. Por eso amo llegar a mi habitación y lanzar los tacones junto a la ventana. Porque descalza me siento libre de amarte.