viernes, 6 de julio de 2012
Souvenirs des amants
Es que escuche tu voz a mi oído ente
sueños y un escalofrío me recorrió la espalda. Olí tu piel suave sobre la cual
reposaba mi cabeza y sonreí al estar aquí, así, en el lugar para los enamorados
por excelencia. Abrí los ojos solo para encontrarme recostada en el hueco de tu
cuello, y ver tu rostro apacible con el atardecer frente a nosotros. Sentiste
mi movimiento y dirigiste tus ojos cafés hacia mí. Sonreí, sonreíste y nos
reímos de nosotros. Hace dos semanas éramos dos desconocidos y ahora estamos
compartiendo este momento. Te he visto desde hace ya dos años, pero nunca
habíamos hablado y ahora que te conozco, siento que el tiempo nunca será
suficiente para ponernos al día. ¿Me gustas? Si. ¿Te quiero? Tal vez. ¿Te amo?
No. Tus labios se me antojan cada vez que me dices alguna palabra, y sobre todo
con esa voz intensa tan tuya que me llega hasta los huesos y me causa
escalofríos. Me haces sonreír con tu risa y tu ágil sentido del humor. Me gusta
verte de perfil, y la forma en la que frunces el ceño cuando te concentras en
algo. Y tus manos, tus manos tan elegantes, suaves y fuertes a la vez. Claro,
defectos también hay: tu risa no siempre me gusta, algunas veces es demasiado
escandalosa, no siempre concuerdo con tus gustos, adoras el chocolate, no te
gusta el tabaco y a veces llegas tarde. Aunque nada eso me importaría si todos
los días estuviéramos acostados juntos, frente a la torre Eiffel viendo el
atardecer y riéndonos mientras vemos las nubes. Pero no importa que suceda
entre nosotros, porque lo que pasa en París se queda en París.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)