lunes, 12 de noviembre de 2012

Enmascarada

Abre una ventana entre las nubes y espíame cuando lloro, así quizá, aunque sea un momento, sienta que mis lágrimas tienen una razón de ser, una causa a la cuál servir. Abre tus brazos y déjame perderme en ellos un instante o una eternidad, aunque no seas más que un perfecto extraño. Imagino que podrá ser verdad y de repente mi mascara se desgarra un poco. Mi mascara tiene una fisura y ahora sonrío. De repente me veo rodeada de ese tipo de personas que tanto me desesperan, ellos quienes riegan "tequieros" como si fueran confeti. Esos falsos tequieros empiezan a entrar por la fisura de mi sonrisa y me duelen cada instante un poco más porque son esas diminutas puñaladas de saber que nadie te lo dice de verdad, de corazón. Todos lo dicen por una razón efímera y veloz, como un parpadeo y vacía más que el cielo en un día despejado. Aquellas que han demostrado ser verdaderamente mis amigas son las únicas que de verdad les creo que lo sienten, pero de ellas no necesito oírlo, lo sé perfectamente. Afortunadamente tengo una cura para esas puñaladas. El humo que se escapa de mi boca en cada suspiro las cierra poco a poco y mi mente se olvida de ello mientas el tabaco se quema lentamente. De cerca, la realidad es clara, pero de lejos, cuando estoy sola, me doy la libertad de que se vuelva borrosa y deshidrato todas mis penas y mis sentimientos para poderlos guardar muy en el fondo de mí. Entonces saco un poco de la indiferencia que me regalaste y reparo mi mascara. Me alegra pensar que todas las guerras de las que he salido, me han ayudado a ser quien soy y, lo más importante, a mantenerlo en secreto. 

No hay comentarios: