sábado, 12 de noviembre de 2011

Lagrimas perdidas

Creí que había perdido la capacidad de llorar. Por mucho tiempo, por más triste y melancólica que estuviera, por más preocupaciones, nostalgia y recuerdos que me ahogaran, no podía llorar. Y hoy, en una combinación misteriosa de situaciones pude llorar de nuevo. Porque? Básicamente dos razones: soledad y muerte, dicho así suena muy fuerte, pero si lo explico entenderán mejor.
Soledad: soledad es lo que sientes cuando descubres que tu mejor amigo ya no está allí para ti siempre, como tantas y tantas veces te lo prometió y que al final, como muchas otras personas, rompió su promesa. Es darte cuenta que el tiempo si cambia las cosas. Y a las personas. Es darte cuenta que ya no puedes seguir contando con aquellas personas que en algún momento fueron especiales para ti. Y que ahora, aunque no quieras, tienes que remplazarlos por alguien más que te escuche porque si no, corres el inevitable riesgo de intoxicarte con tristeza, lagrimas y preguntas.
Muerte: a quien no se le inundan los ojos cada vez que, en ciertas circunstancias recuerdas a alguien que ya no está aquí… Me pregunto cómo serian sus caras al verme ahora. En la prepa, en la mejor que mis papás pueden pagar, en la mejor del país, siendo una buena estudiante como ellos siempre quisieron. Me pregunto qué pensarían de mí si aun estuvieran aquí. Me pregunto qué me dirían es esos momentos en los que solía acudir a ellos y que ahora solo tengo una almohada a quien llorarle en momentos en los que no se qué hacer.
Aunque me alegra que mis lagrimas no se hayan agotado de por vida, debo aclarar que la primera razón solo me llevó a darme cuenta de la segunda y que si hoy estoy llorando es de nostalgia. Pero también de felicidad, de felicidad por saber que quienes ya no están me enseñaron muchas cosas y que por eso siempre estarán. Llorar es darte cuenta de ciertas cosas, luego preguntarte otras tantas y al final, siempre sonreir.

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