Ya es tarde, lo suficiente como para que las luces
de la casa estén apagadas y las de mi recámara aún encendidas. Supongo que vos
estas en igualdad de condiciones porque los textos no paran de llegar.
Insensateces, secretos, historias, miedos, deseos y escenarios bizarros
desfilan en tinta y a la ausencia de luz. Siempre he pensado, y vos me lo
habéis confirmado: la tinta sabe mejor de noche. Pero ha llegado ya la hora de
despedirse; la usual frase que sólo para nosotros tiene sentido, la promesa de
la siguiente noche y deseos de soñar con ajenos. Y es así como la almohada se
convierte en puerta y la frase cobra sentido.
Entonces viajo al reino de Morfeo y os encuentro
allí. Allí donde no hay paredes, espejos ni cerraduras. Allí todo es de tinta y
humo y todo lo que imaginemos puede pasar. Es allí, justo allí, donde descansa
vuestra armadura y mi vaporoso vestido. Es allí donde podemos dar paseos en
bosques de letras, perdernos y descansar bajo una historia; romántica, trágica,
de terror, triste, en fin, la lista es larga... tanto como el bosque es grande.
Es allí donde habitan esos dragones de papel maché,
esos a los que temes enfrentar porque se derrotan con agua y temes que al
luchar contra ellos, tu armadura se oxide. Esos para los cuales necesitas mi
ayuda.
Allí también es donde habitan los duendes grises,
esos que insisten en morder mis tobillos y arrestarme bajo tierra. Esos que no
alcanzo a pelear por culpa de un corsé demasiado ajustado. Esos para los cuales
necesito vuestra ayuda.
Allí también es donde hay un árbol que da entrada
al mar, a las historias de sirenas y muy cerca de ese, está el que da a Madrid,
a las historias de listones. Y luego esta uno de los árboles más grandes.
Nuestro favorito últimamente. Ese árbol que tiene un trozo de su tronco hueco.
Y es justo allí donde está la puerta a París y a aquellos chalets. Ese nuestro
árbol que solo sirve de entrada a éste el reino de Morfeo, nunca como salida. También
están los pequeños árboles, los que son apenas frases, palabras. Pero sé que
esos árboles crecen a cada noche. Y me gusta cuidarlos porque nunca se
sabe a dónde te puedan terminar llevando.
Y así es cada noche, me hace feliz saber que
tenemos este reino. Aunque siento que no puede ser cierto que lo compartamos,
lo es. Por eso digo que eres morfina. Porque eres un derivado de Morfeo que me
trae paz y que aleja mi dolor. Porque me dejas ir alto con vos y porque logras
quitarles los tintes de realidad a todo. Porque me llevas más allá de lo que
pude alguna vez imaginar. Por eso digo que, para mí, tu eres
morfina.